Sonia Nilda-López | Cuareterna, cuando lo cotidiano no es lo habitual ylas libertades son cercenadas por lo emergente | 2020
Más que comentarios , les dejo mis palabras motivadoras que determinaron la muestra de arte. La palabra se hace carne. La tercera guerra mundial. La pandemia interminable. La nada como propuesta cotidiana, porque todo es nada y nada es igual a lo que era. Y tal vez nunca lo será. Juego de palabras, guiones y silencios. El cuerpo empotrado en la pared, y la boca cubierta por un barbijo. Para que no gritemos, para inmovilizarnos. Uno, dos, tres días; uno, dos, tres meses; cuatro, cinco y seis y volvemos a empezar. Cuarentena eterna. El alma necesita curitas y el corazón remiendos. Una costura invisible, un aleteo de caricias y toques y abrazos por doquier. Tomar un mate con amigos es algo esencial. Mantener las distancias es un pecado mortal en la otra biblia, la cristiana. Pero hay nuevos mandamientos. No saldrás, no trabajarás, no irás a un banco, no te reunirás, no compartirás, no tomarás mate, no tocarás, no besarás, no circularás en auto, no harás actividad física, nada… sin máscara ni barbijo. Todo se resume en un “NO” gigante, en una prohibición indeseada. Que nos impulsa a revelarnos. A igualmente hacer lo que no debemos. La humanidad se explaya. Libertad. ------------------------------------------- Lo nuevo es un estado de ansiedad en la monotonía de la tarde de cuarentena. La casa se ha vuelto jaula. ¿Qué haré con el miedo? Lo mismo que ayer, lo mismo que mañana. Escribir, como en los textos anteriores y dibujar, y pintar como una continuidad liberadora, que oxigena mis pulmones sin Covid-19 (por suerte!) Algo extraño ocurre con la memoria y el tiempo en estos días. Cada mañana me pregunto por el nombre propio de este día. Todos me parecen igual. Las noches y las tardes se asemejan. Camino de la cama al living. Duermo más de lo que quisiera y también como mucho. Tenemos necesidad de que haya comienzos y fines. El fin del encierro. Es extraño cómo percibimos el paso del tiempo en el encierro. Es paradójicamente lento. Los días son barcos oscilando en un mar amniótico de confusión e indiferenciación. Lo que vuela es la carga de datos, entre un zoom de teletrabajo y un Google Meet de la facultad. Paciencia. Las velas se consumen. Paciencia. El café se enfría. Paciencia. El mundo gira y yo no puedo girar como quisiera, tironeada entre la indeterminación y el recorte. -------------------------------------------- Que el miedo no me aprese. Necesito perderlo en una esquina. ¿Pero cuál? ¿Hacia dónde dirigirme? En cada rincón hay un encierro. Voy a escaparme por una ventana, No puedo, estoy muerta en vida con vida. ¿Es eso lo que quiero? ¡NO! Perseguiré mis anhelos, subiré a mi muro, escalaré el techo, surfearé las olas del silencio. No hay autos esta noche circulando; los ruidos de una ciudad maldita son mudos. La noche es espesa, hay destellos en la oscuridad de otros tiempos. Reminiscencias de salidas y fiestas que hoy no podemos permitirnos hacer. Interrupciones del destino provocadas por un virus. Nueva lluvia de alcohol con agua. Prepararlo en el porcentaje apropiado me asemeja a un alquimista. Si tan sólo pudiera convertir el virus en oro. Tendríamos otra historia y otros problemas por resolver. Soledades compartidas por teléfono. Con mi madre, con mi hija, con otros familiares. Sonia N. López