No recuerdo un momento alegre de mi niñez donde no halla telas, pinturas, tijeras, hilos, crayones, pinceles y colores. Los días junto a mi abuela dentro de su taller de costura hasta el día de hoy son en todo sentido parte esencial de mi producción. Son mi cable al cielo. Es en ese taller donde las horas se volvían y se vuelven más perceptivas y menos lineales donde acontece mi producción. Esto hoy me permite reflexionar y moverme por zonas que involucran el aprendizaje y el juego vinculados al hacer en aquel taller sin importar el tiempo. Es desde ahí de donde salen estas telas, desde la soledad y el abandono más feliz que he vivido. Explorando gestos gráficos primarios, acompañados de formas libres que salen sin contratiempos a jugar con los colores, creando mundos. Es en aquel taller donde vuelvo a encontrar ciertas manifestaciones que se dan a lo largo de mis procesos. Buscando a través de estas telas reconstruir un determinado comportamiento que se corresponde, con la dicotomía que resultó ser mi infancia y resulta ser mi vida adulta entre lo divertido y lo triste, el juego y la realidad.